Arte bizantino

(c. 300-1204)

Historia del arte bizantino

El realismo imperante en el arte griego y romano fue decayendo conforme el avance de la religión cristiana en toda Europa.

Las esculturas fueron la forma de expresión más alta de idolatría, y los retratos de la gente común se comenzaron a observar con cierto recelo, ya que, para los cristianos, era impensable glorificar la figura del hombre por encima de la del Creador.

Para los fieles seguidores de la doctrina cristiana, los dotes artísticos eran un don otorgado por Dios a los hombres para difundir su mensaje, y solo debía utilizarse para tal fin. El estilo bizantino surge, entonces, con la conversión al cristianismo del emperador Constantino, quien proclamará la legalidad del culto en el año de 313 d. C.

La primera manifestación del arte bizantino cristiano conocida, fue hallada en los muros de las catacumbas subterráneas a las ciudades, lugar donde los fieles se reunían clandestinamente para practicar su religión proscrita.

Eran obras pictóricas bastante toscas en sus trazos, hecho que quedaba en un segundo plano, ya que, la intención era ilustrar conceptos cristianos, más allá de buscar ser por su creatividad y calidad.

Los temas bíblicos son los preferidos para plasmar en las ilustraciones de este período. Cristo adoptará los rasgos físicos del dios Apolo, mientras que, Dios se asemejará a Júpiter o a Zeus. Esto dejaba la puerta abierta al espectador, acostumbrado a la cultura grecolatina, para saber que se trataba de figuras divinas.

Sin embargo, los cristianos rechazaron muchas de las ideas de los artistas precedentes, en su afán por ceñirse estrictamente a las enseñanzas de la Iglesia. Por ejemplo, no existen desnudos en el arte bizantino, así como también carece de detalles en las imágenes representadas.

La finalidad del arte bizantino no era contar episodios de la Biblia con profusión de detalles, sino, más bien, alabar la Gloria de Dios en la Tierra, así como la santidad de las Sagradas Escrituras.

Constantino trasladó la capital del imperio romano a Bizancio y la rebautizó como Constantinopla, en el año de 323 d. C. Poco tiempo después, se construyeron basílicas cristianas decoradas con relieves, murales y, sobre todo, mosaicos, una vez que el cristianismo fue declarado por el emperador como la religión oficial.

Esta nueva devoción en el arte se difundió a otros lugares, tales como Rávena, Venecia, Sicilia, Grecia y Rusia, acompañada de las creencias cristianas. Hubo una extraordinaria producción de mosaicos, iconos públicos y privados, manuscritos miniados, pinturas al fresco y relieves, como formas para transmitir al mundo las maravillas de las Sagradas Escrituras.

La única preocupación terrenal representada tenía que ver con el anhelo de las almas de llegar al Cielo, y de cómo estas debían comportarse en vida para lograrlo. Y es que, en su mayoría, los fieles no sabían leer ni escribir, por eso, en las pinturas se halla condensado el espíritu de las Sagradas Escrituras.

Todo ello con la intención de servir a los feligreses durante la oración, e impulsar hacia la conversión de nuevas almas. Con sus refulgentes mosaicos con fondos dorados y de colosales dimensiones, el arte se usó para acercar a la gente a Dios.

Bizancio

El término “bizantino”, no solamente describía la zona geográfica del Imperio romano oriental, sino que también respondía a ciertas características específicas del arte cristiano, producido en la zona a partir de ese período.

Una vez que la parte occidental del Imperio romano comenzó a colapsar gradualmente a lo largo de tres siglos de historia, hasta su fin en el año de 476 d. C., Bizancio, la parte oriental, se mantuvo firme.

El Honor y la Gloria de Dios

La mayoría de los artistas bizantinos pertenecían a órdenes religiosas, casi todas enclavadas dentro de los monasterios. La concepción bizantina de que las representaciones realistas contradecían el segundo mandamiento, “No idolatrarás, explica la decadencia del realismo y la escasa popularidad de la escultura en este período.

Las pinturas y mosaicos estaban hechas en dos dimensiones, sin sombras ni perspectiva, encaradas de manera frontal, con la mirada invariable, siempre hacia adelante. Vestían ropas drapeadas, que apenas dejaban ver el cuerpo.

Al contrario de los artistas clásicos, quienes buscaban la imitación fiel de la realidad, los bizantinos apostaron por un enfoque más simbólico, sin pretensiones de asombrar al espectador, o que este confundiera la vida con el arte, y viceversa.

Los fondos eran de color dorado, invariables, ya que, según la concepción bizantina, el arte debía lograr transmitir el milagro y la magnificencia de Dios y la Sagrada Familia.

Entre los métodos principales utilizados por los artistas en este período, se encuentran la opulencia y la espiritualidad, tal como quedaría expresado en las iglesias en auge.

Los símbolos sagrados tales como las llaves, representativas del poder de la Iglesia, el cáliz, símbolo de Comunión y de la redención de los pecados, y la cruz en la que murió Jesús, pasaron a ser las formas con las cuales se identificó el arte de Bizancio.

Iconos

El icono, esa imagen de una persona sagrada, tal como Cristo, la Virgen o un santo, era el elemento primordial del arte bizantino. Estos iconos eran instalados afanosamente en las iglesias y los hogares por igual, ya que se consideraba que movían al espectador a la contemplación.

Como ya he dicho en líneas anteriores, no se trataba de imágenes realistas. Sin embargo, las mismas eran veneradas con devoción, pues se les atribuía la capacidad de mostrar el aura sagrada de la figura retratada.

La Virgen orante es un famoso retrato cristiano que nos descubre a la Virgen María en actitud de oración, con los brazos abiertos. Pintado en el siglo XI, se trata de un mosaico con clara influencia bizantina, que reposa en la Catedral de Santa Sofía, en Kiev, actual Bielorrusia.

El pañuelo del cinturón de la Virgen enjuga las lágrimas de quienes acuden a ella, aquejados por problemas.

La Virgen orante, 1037-1061, mosaico, Catedral de Santa Sofía, Kiev.

Iconoclasia

Tal y como ya he explicado con anterioridad, la finalidad suprema del arte bizantino era glorificar a Dios y a la Sagrada Familia. Por ello, son incontables los retratos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, de la Virgen María y los santos mártires, elaborados a través de técnicas decorativas novedosas, que les confería a los personajes un halo mayor de majestuosidad y sacralidad.

Ubicamos la primera gran época del arte bizantino entre los años 483 y 565 d. C., bajo el reinado del emperador Justiniano, quien reformó las leyes romanas para que se ciñeran a las creencias cristianas, cosa que, a su vez, influyó enormemente en las obras.

No obstante, la representación de la forma humana era considerada una blasfemia, hecho que obligó al emperador León III a prohibir el uso de imágenes de la Sagrada Familia, así como de los santos. Este período se denominó con el nombre de “iconoclasta”, mismo que se prolongaría por años, hasta el 843 de nuestra era.

Manuscritos miniados

Los amanuenses elaboraban manuscritos redactados, la mayoría con contenidos oratorios, de alabanza y parábolas bíblicas. Obviamente, estos escritos estaban destinados a un público culto, muy selecto para la época. Normalmente, se trataba de prelados, o de miembros de la nobleza.

 “La pintura es para los analfabetos lo que la escritura es para quienes saben leer”.

Papa Gregorio Magno, siglo VI.

En conclusión, el arte bizantino es la representación simbólica del cristianismo.