Arte del antiguo Egipto

(c. 3000-30 a. C.)

Durante tres milenios se desarrolló en Egipto una de las más grandes civilizaciones de la historia del mundo, cuyo arte fue concebido como una respuesta para todos los fenómenos que atañen al hombre y al cosmos, a través de un sistema transmitido de generación en generación, con normas y leyes muy claras y específicas, de las que ningún artista debía apartarse.

El arte del Antiguo Egipto se piensa en colectivo. Por lo tanto, cualquier individualidad artística estaba totalmente proscrita. Influenciados por la magia y las creencias politeístas, el centro de la religión egipcia eran los muertos, concretamente, la vida después de la muerte. Los dioses debían ser venerados con devoción para gozar de una vida plena y con buena salud.

Arte para los muertos

La vida es efímera, por lo tanto, el arte egipcio estaba pensado para las tumbas y los ritos funerarios, no para ser disfrutado en este plano de existencia. La gran majestuosidad y belleza emanada del Antiguo Egipto que observamos hoy, no era de ningún modo intencional.

Por el contrario, el rol de los creadores, pintores, escultores, arquitectos y orfebres egipcios no tiene que ver con embellecer a los vivos, o traerles buena fortuna, sino ayudar a los muertos a cruzar el puente hacia el más allá y que sus almas sean recibidas y aceptadas por los dioses, para que permanezcan allí, en paz. Por eso, no es casual que las tumbas fuesen ornamentadas con elementos decorativos en su interior, correspondientes a objetos y escenas de la vida cotidiana del difunto. También, se incluían pequeñas estatuas de la persona para ilustrar cómo vivía, así como imágenes de sus seres queridos y de su entorno en general mientras vivía.

Pinturas funerarias egipcias

Decorada con varios textos religiosos y relieves que retratan momentos de la vida de la monarca, la tumba de la reina Nefertari resulta el más paradigmático de los sepulcros de la época. Su intención, como ya he dicho, era la de facilitar la transición de su espíritu hacia el otro mundo.

Elaborada en 1255 a. C., Nefertari aparece  usando un juego de mesa, pero acatando todas las reglas y convenciones del retrato: el torso y los ojos se conciben desde una perspectiva frontal, mientras que la cabeza, los brazos y las piernas se observan de manera lateral.

De igual forma, las fichas del juego también se retratan lateralmente. Los jeroglíficos esconden un hechizo que transformará a Nefertari en ave, antes de abandonar su terrenal y alcanzar la inmortalidad en la otra vida.

Nefertari jugando al ajedrez, Tumba de Nefertari, Tebas, c. 1255 a. C.

Egipto es un magnífico lugar de contrastes: cosas espléndidas deslumbran entre el polvo.

Gustave Flaubert.

Para los antiguos egipcios, la pintura, el relieve y la escultura eran las formas artísticas cuyos temas debían sellar cada uno de los sepulcros. Entonces, un retrato de un miembro de la servidumbre se convertiría en tal, aún en el otro mundo, cuando los dioses así lo determinaran.

Un sistema estricto

El arte egipcio era diagramático, en esencia. Esto quiere decir que los artistas debían retratar con la mayor verosimilitud posible la realidad. Por eso, cada expresión artística estaba basada en la observación continua de la cotidianidad, por lo que, cualquier ornamento adicional estaba terminantemente prohibido.

En cambio, los creadores debían pasar largas jornadas memorizando detalles y códigos muy estrictos, con la finalidad de plasmarlos simbólicamente en cada una de sus obras, en cada pintura, en cada construcción y en cada relieve.

De allí el complejo equilibrio que subyace tras la aparente simplicidad del arte egipcio, la armonía geométrica y la disposición de cada uno de los elementos que componen las obras.

Todo ello, con la intención de escapar de la estilización y la ambigüedad. Sobre todo, a través de inapelables formas de representación, lograron crear un estilo muy característico e inimitable de dibujo, tan admirado e imitado en los siglos posteriores.

El método

Las obras eran abordadas por los artistas desde un punto de vista sistemático estricto. El método utilizado en el caso de las pinturas murales, consistía en marcar retículas mediante un cordel embebido en pintura roja.

De esta forma, elaboraban un primer esbozo del dibujo en papiros, copiados de bocetos. Por último, pintaban la obra utilizando colores vivos y planos, sin tomar en cuenta elementos tales como la profundidad, la perspectiva o la textura. Todo era representado desde su ángulo más característico, incluyendo el caso de los relieves.

Por otra parte, la escultura también se tallaba a partir de retículas, siguiendo normas de representación muy específicas y estrictas. Por ejemplo, la estatua de un rey difunto proporcionaba un santuario para su alma. Si dicha estatua era esculpida en piedra dura, el refugio duraría para toda la eternidad.

Reglas de representación

Las personas eran representadas jerárquicamente, según su tamaño. Además de centrarse en reflejar los rasgos faciales y las extremidades superiores e inferiores de los cuerpos, se nota una clara diferenciación entre los hombres y sus esposas, basada, precisamente, en la talla.

Es decir, los hombres eran más grandes que las mujeres, y ambos, a su vez, eran más grandes que sus criados.

Destaca la actitud pasiva de las féminas, mientras que los hombres se muestran con mucho mayor dinamismo. Las figuras masculinas se coloreaban con tonos marrones rojizos oscuros, mientras que, para las femeninas, se prefieren los amarillos claros.

Los árboles, casas, barcos y otros objetos, se representaban desde una perspectiva lateral, y los ríos y los peces desde una cenital. El aspecto de cada una de las más de 2 mil deidades representadas era mostrado bajo normas rigurosas.

A estas les eran incorporados un gran número de símbolos, que los dioses sabían interpretar: por ejemplo, el escarabajo, estandarte de la creación, y la rana y el pato, símbolos de la fertilidad.

Del mismo modo que la pintura y los relieves, la escultura se guiaba por reglas predefinidas y no por hechos ópticos. Las estatuas sentadas siempre se esculpían con las manos sobre las rodillas, y las erguidas, con un pie delante del otro.

Privaba la permanencia sobre los rasgos personales y el naturalismo. Por ende, los egipcios creían en sellar al difunto en su sepultura, para que los dioses, entendiendo las imágenes, los hechizos y los rezos, condujeran al muerto hacia la inmortalidad.

El rey Akenatón

Akenatón fue el único faraón que intentó cambiar la religión y el arte egipcio en 3 mil años de historia. Su Dios era Atón, fuente de la vida y de la luz, deidad quien llevó al rey a exhortar a los artistas a concentrarse más en la vida que en la muerte, y a crear imágenes naturalistas mucho más relajadas. Sin embargo, este fue un período muy breve.

Los sacerdotes y los ancianos llamaron “herejía” a tales propuestas de Akenatón y, tras su muerte, durante el reinado de su yerno, Tutankamón, se reinstauraron las reglas egipcias del arte. Este se volvió más individualista que el producido posteriormente en el antiguo Egipto.

Tres puntos finales

No existe un origen definido, o un período inicial de concepción del arte egipcio. Este se inició y continuó naturalmente, y tan solo se produjo un cambio destacable en toda su existencia.

Tanto el arte inicial como el de las postrimerías del período surgió de las tres grandes preocupaciones primordiales de la cultura: la religión, la muerte y la importancia de adaptarse a las normas.

En conclusión, podemos decir que el arte egipcio estaba pensado por y para garantizar la inmortalidad del alma de los muertos en el más allá.