(c. 1140-1500)
Al igual que sus dos estilos predecesores, el bizantino y el románico, el arte gótico tenía como finalidad suprema insuflar en los espectadores la grandeza y magnificencia de Dios. Originado en Francia, durante el siglo XII, surgió de la arquitectura gótica y se expandió allende Europa, durante más de doscientos años de evolución.
Las iglesias se levantaban henchidas de luz en su interior, hasta tocar los cielos con sus capiteles, gracias a sus enormes vitrales. Sin embargo, pese a tratarse de tres estilos adheridos al cristianismo, la concepción bizantina, románica y gótica, reflejan ciertas diferencias en cuanto a la concepción del hecho artístico.
Es posible ubicar el origen del estilo gótico en el año de 1144 de nuestra era, cuando el abad Suger, nacido en 1081 y fallecido en 1151, se dio a la tarea de reconstruir la basílica de Saint-Denis, en París.
Una vez terminada la colosal edificación, con grandes ventanales por donde se filtraba de manera tan majestuosa la luz exterior, el propio abad Suger la describió como “la luz líquida del paraíso”.
La basílica de Saint-Denis sirvió de inspiración a muchas otras iglesias con altos capiteles celestes y otros rasgos innovadores. Fue así como, los artistas de este período, se concentraron en obtener los mismos logros que los arquitectos.
Estilo bárbaro
El término “bárbaro” se utiliza para describir al arte gótico de manera peyorativa, a partir del Renacimiento. Todo ello, en alusión a aquellas tribus antiguas que saquearon hasta sus cimientos el Imperio romano y devastaron gran parte del arte clásico.
De allí el desdén con que fue tratado el estilo gótico en sus inicios. Sin embargo, a medida que la técnica se fue perfeccionando progresivamente, comenzó a valorarse como un arte colmado de nobleza y majestuosidad.
El gótico se ganó a pulso el respeto, gracias a la originalidad de sus ideas, inéditas hasta esa fecha. La mayor parte de la producción del arte gótico se encontraba vinculada íntegramente a la Iglesia y representaba a una sociedad pujante y civilizada.
En toda Europa se comenzó a contratar a una serie de arquitectos y artistas, a quienes se les confirió el sagrado deber de ornamentar las catedrales e iglesias. De hecho, el abad Suger creía que las almas de los feligreses se elevarían y se aproximarían más fácilmente a Dios, si se encontraban rodeadas de bellos objetos.
Por su parte, los artistas comenzaron a crear grandes vitrales para arropar las paredes de las iglesias donde previamente habría habido murales. Los mosaicos de dichas vidrieras eran translúcidos, e ilustraban asombrosamente los episodios de la Biblia y de las vidas de los santos.
Deslumbrantes desde su interior, estas construcciones son verdaderas joyas de las que emanan los rayos de los colores del arcoíris sobre la congregación. Seguramente, mediante este efecto, muchos parroquianos pobres y analfabetas pudieron disfrutar de una hierofanía, cosa que no podrían hacer desde las Sagradas Escrituras.
Los dominicos y los franciscanos
Los dominicos y los franciscanos fueron las dos órdenes más poderosas establecidas en el siglo X en Europa. Desde sus orígenes, los monjes dominicos priorizaron el estudio, la prédica y la oración. Por su parte, los franciscanos se concentraron en el sufrimiento, la castidad, la pobreza y la vida consagrada a Dios.
El arte de los dominicos era, más bien, de tipo pedagógico e informativo. En cambio, los franciscanos sentían una mayor inclinación por la devoción hacia las imágenes que mostraban escenas de dolor y padecimiento, tales como el martirio de Jesús en la Cruz.
Ideas ilustrativas
La visión de los artistas góticos se centraba en la ilustración de ideas, más que en recrear naturalmente las imágenes plasmadas. El arte estaba pensado, no para ser admirado, sino para servir a la religión, expresando con claridad la omnipotencia del Creador.
La habilidad técnica privaba sobre la creatividad en el gótico temprano, de manera que los artesanos se encontraban por encima de los artistas, en orden de jerarquía e importancia.
Destaca un mayor interés de parte de los escultores en retratar las emociones, mucho más que ningún otro artista en la Edad Media. Estos creadores hallaron su inspiración en la escultura grecolatina sobreviviente a las guerras y saqueos, y comenzaron a imitarla hacia finales del siglo X.
No obstante, mientras los artistas griegos emulaban la belleza en sus esculturas, los góticos se decantaron por la narración de historias con la mayor verosimilitud posible.
Figuras convincentes
Las obras escultóricas perseguían la misma grandeza y majestuosidad alcanzada por los vitrales góticos y las construcciones arquitectónicas. Las estatuas que una vez habitaron las paredes de los templos se volvieron autónomas, un aspecto que había quedado de lado desde Roma hasta la fecha.
Al igual que en el estilo bizantino y románico, en el gótico las figuras continuaron siendo alargadas, con rasgos faciales y vestimentas realistas. Se nota la intención de imprimir vida a las figuras de las estatuas de la catedral de Chartres, por parte de su escultor. Las mismas proceden del Antiguo Testamento: Abraham se vuelve para escuchar a Dios mientras agarra a su hijo Isaac, a quien va a sacrificar; mientras tanto, Moisés sostiene las tablas con los Diez Mandamientos; Samuel sacrifica un cordero, y David, coronado, porta una lanza.
Catedral de Chartres, pórtico norte, Francia.
El rol de los artistas comenzó a ganar peso entre la sociedad de la época. Muchos de ellos comenzaron a firmar sus obras y, con ello, a ser reconocidos por su talento. No solo se produjeron infinidad de vitrales y esculturas en este período, sino, además, manuscritos iluminados, frescos, tapices y retablos pictóricos, entre otros.
En la pintura, los personajes comenzaron a ser representados en posturas corporales naturales, ataviados con ropajes drapeados. Esto con la finalidad de insuflar vida a la obra. No obstante, si bien no buscaban convencer a partir del realismo exacerbado, sí imprimieron a su obra algo más que en el arte cristiano precedente.
Para los góticos, la salvación eterna estaba por encima de la condena, de modo que, en lugar de ilustrar escenas apocalípticas, se centraron en la vida de Jesús, la Virgen María y los santos, todos ellos retratados con gestos compasivos.
“La obra noble es luminosa, pero la nobleza de su luminosidad debería iluminar las mentes y guiarlas a través de las luces hacia la luz verdadera, cuyo umbral es Cristo”.
Abad Suger
Gótico internacional
La cúspide de la prosperidad económica se vivió en Europa a partir del siglo XIII, cuando comenzó el auge de la industria textil. Se abrieron las fronteras y se incrementó el comercio, lo que trajo como consecuencia la expansión de las ciudades, la fundación de universidades, la aparición de una nueva clase burguesa y la alfabetización.
Por otra parte, es de destacar la nueva facilidad para viajar, y cómo esto permitió a los artistas intercambiar técnicas e ideas, vertidas, finalmente, en imágenes más sofisticadas, complejas y elegantes.
Pese a su aspecto menos natural que el del arte grecolatino, aquel estilo desarrolló un gusto por el realismo y el detalle. Un estilo que se conocería posteriormente como gótico internacional, visible a lo largo de Francia, Alemania, Austria, Bohemia e Italia.
En conclusión, la intencionalidad del arte gótico era hacer público el mensaje de Dios.