(30000-2000 a. C.)
Periodos y fechas de la Edad de Piedra
Pese a la escasez de ejemplos del arte prehistórico que han sobrevivido al paso del Tiempo, todos los hallazgos concuerdan en que es una expresión concebida como un hecho indivisible de la magia y lo sobrenatural. No en vano, dichas manifestaciones artísticas revelan un tipo de sistema social y de creencias sobre las cuales tan solo podría permitirme especular hoy en día.
Resulta imposible saber a qué período pertenece la obra de arte prehistórico más antigua descubierta, o incluso si representa típicamente dicho período de la Historia, ya que el nacimiento del arte y su expresión es previo a los documentos escritos. De hecho, muchas veces, resulta difícil concebir algunas obras como arte siquiera.
Sin lugar a dudas, la etapa final de la Edad de Piedra fue el período de donde proceden las obras que podemos clasificar como artísticas durante la Prehistoria. Un tiempo que duraría unos 5 mil años, específicamente entre el 15000 a. C. y 10000 a. C.
Es en este período cuando los humanos tallaron, pintaron y grabaron con sus propias manos en las paredes de las cuevas y refugios, imágenes de la vida cotidiana tales como la caza de animales, a partir de dibujos geométricos.
La Edad de Piedra suele dividirse en cuatro grandes períodos.
Paleolítico Inferior y Medio (c. 750000-40000 a. C.), cuyos pueblos se dedicaban eminentemente a la caza y la recolección; el Paleolítico Superior (c. 40000-10000 a. C.), el Mesolítico (c. 10000-8000 a. C.) y Neolítico (c. 8000-2000 a. C.). Fue en estos últimos dos períodos cuando nacería la agricultura y la ganadería, sellando el destino de los hombres.
Temáticas del Arte Prehistórico
En cuanto a las temáticas y los estilos empleados en el arte prehistórico, estos fueron evolucionando a lo largo de dichos períodos. Sin embargo, todas ellas giran en torno a la idea primigenia de que la creación artística tenía el poder de presagiar el futuro.
Sala de los toros
En las paredes y los techos de las cuevas, parecen correr en estampida bisontes, ciervos y caballos, dibujados en colosales pinturas de tamaño natural. Los elementos utilizados fueron pigmentos en polvo de color ocre, amarillo y rojo, tiza y carboncillo.
Estos eran pulverizados, machacándolos sobre paletas de piedra y mezclados posteriormente con grasa animal, antes de ser aplicados con los dedos, huesos, musgo o pinceles elaborados con pelo de animales muertos.
Todo ello sugiere una especie de ritual para lograr una caza exitosa: el dibujo naturalista, la frecuente representación de escenas de caza, la superposición y ubicación en los espacios más recónditos de las cuevas, etc.
“El dibujo apenas ha cambiado desde tiempos prehistóricos. Sigue sirviendo para conectar al hombre con el mundo. Vive a través de la magia”.
Keith Haring.
Por su parte, las pinturas rupestres más conocidas fueron creadas en Francia, Portugal, España, Rusia y Mongolia, entre hace 10.000 y 30.000 años. Sin embargo, las más espectaculares son las encontradas en la localidad francesa de Lascaux, en el suroeste del país galo.
Se trata de un compendio de unas 300 pinturas y más de 1.500 grabados, creados para decorar esencialmente dos grandes cuevas.
Se utilizan colores vivos, destacando por sobre todo un gran dominio del movimiento, la forma y la perspectiva. Tal y como he apuntado con anterioridad, se cree que la expresión artística tenía la finalidad de llamar a la buena fortuna, a partir un acto ritual que permitiera incluso influir en el bienestar de un individuo, o de la sociedad como un todo.
Alimentación y fertilidad
Las hoy conocidas como “estatuillas de Venus”, halladas en la región que pertenece a Austria en la actualidad, así como en otras regiones aledañas de Europa, son unas figurillas femeninas redondeadas de unos 11 metros de altura, elaboradas en piedra caliza, marfil y arcilla, que datan del año 25000 a.C.
Se cree que estas esculturas talladas a mano eran el símbolo de la fertilidad, hecho que, además, les confiere un halo sobrenatural.
También, existía la necesidad de sobrevivir. Por ende, a través del arte se podía contribuir con la incierta provisión de alimentos, hecho que impulsó a los artistas a tratar de establecer una buena relación con los supuestos poderes ocultos del más allá.
Superstición, poder y religiosidad
Casi todas las manifestaciones del arte prehistórico son consideradas como una suerte de escudo protector contra las fuerzas de la naturaleza y los espíritus oscuros. Sin embargo, las interpretaciones acerca su origen son diversas.
Por otro lado, los motivos hallados en la parte delantera de muchas pinturas sugieren la celebración de ritos religiosos. Las pocas representaciones pictóricas que datan del período Paleolítico, carentes de realismo, prefiguran que, posiblemente, aquellos artistas primordiales creyeran haber sido investidos con el poder para apresar las almas a través de su arte.
Las imágenes expresadas eran concebidas como el vehículo mediante el cual lograban tener control sobre su futuro. Aunque, aún no está del todo claro si en realidad creían en deidades, o en un solo Ser Supremo, la idea de invocar a poderes sobrenaturales a través de la pintura y la escultura se mantuvo durante miles de años.
Ya en el período Mesolítico, los creadores comenzaron utilizar superficies rocosas como base para estampar sus dibujos, en lugar de las oscuras grutas de períodos anteriores.
Este hecho contribuyó a estilizar aún más los trazos para representar al ser humano en ilustraciones abstractas, personaje que va a aparecer cada vez con mayor frecuencia.
En este período, persiste la concepción según la cual las personas son quienes ejercen el control sobre su entorno, en lugar de ser víctimas del mismo. Esta idea conllevó a la inmortalización de las acciones de estos guerreros y cazadores, en lugar de concentrarse en su presa.
Mujeres artistas
Erróneamente, suele darse por sentado que los artistas rupestres eran masculinos. Sin embargo, estudios realizados han arrojado resultados sorprendentes: no se trataba tan solo de hombres. Pudieron figurar también mujeres. Este hecho sugiere que el papel femenino en la sociedad prehistórica pudo ser mayor de lo que se creía hasta hoy.
Forma y función
La vida cotidiana se volvió más estable en el Neolítico. El hombre comenzó a criar animales y a cultivar plantas. De este modo, la caza y la recolección fueron desplazadas por el trabajo de la tierra.
Fue en esta época cuando se edificaron los asombrosos megalitos de Stonehenge, en el sur de Inglaterra, por ejemplo, y de Beltany, en Irlanda, famosos por sus trazados vinculados a la astronomía.
Al día de hoy, continúa siendo un misterio cómo fue que se lograron manipular y trasladar aquellas enormes rocas, así como cuál era su verdadera función. Lo cierto es que, todas ellas fueron reutilizadas por las nuevas generaciones para fines diversos.
No obstante, entre las teorías más plausibles se contempla que dichas rocas sirvieran como sepulturas, templos de adoración al dios Sol y a la diosa Luna, centros de sanación, monumentos para honrar a los ancestros o, incluso, gigantescos calendarios astronómicos.
También se sabe, por ejemplo, que Stonehenge sirvió como cementerio durante sus primeros cinco siglos de existencia. Estos vínculos con el Sol y la Luna serían, entonces, el modo cómo los seres humanos se conectaban con los poderes sobrenaturales.
Una eterna creencia
Las ideas originarias a la creación artística se transmitieron a través de los siglos. A lo largo de la historia del ser humano, muchos movimientos artísticos han asociado las obras de arte con poderes mágico-religiosos, entidades elevadas, supersticiones, o el más allá.
Sin embargo, al no existir confirmación de ello, estas grandes concepciones del arte prehistórico siguen estando sujetas a meras conjeturas. Pero, las pruebas de lo que representa el arte y de cómo se plasma, parecen reafirmar aún más la teoría de que tenía fines místicos y espirituales.
En conclusión: el arte tenía poderes fascinantes, mágicos, sobrenaturales.