(1916-1922)
Los horrores de la Primera Guerra Mundial trajeron consigo una ola de protestas y reacciones en contra, por parte de un grupo de artistas que conformaron un colectivo que sería denominado con el nombre de dadaísmo.
Sin embargo, en realidad no se trató de un movimiento artístico, sino más bien antiartístico, tal como lo declararon sus principales exponentes y cofundadores. Su centro neurálgico era la rebelión contra la brutalidad de la guerra y, de este modo, reaccionar contra un mundo y una humanidad que permitiese tal ignominia.
Vio la luz en la Suiza neutral, en el año de 1916, justamente en la mitad de la Gran Guerra. Las masacres acaecidas durante los combates y la deshumanización imperantes, llevó a estos artistas a un estado tal de enojo y conmoción, que terminaron por concluir que todo ello era el resultado de la inflexibilidad opresiva de la sociedad y de la cultura.
En vista de la falta de valores humanos de parte del hombre hacia sus semejantes, para los dadaístas, el arte y la sociedad eran superficiales, tan solo un producto de la hipocresía y el doble discurso.
Hicieron énfasis en subrayar la insensatez de la guerra, en un intento por incendiar hasta destruir por completo los antiguos valores tradicionales del arte, en particular, las referencias idealizadas del pasado.
Para ello, los dadaístas produjeron obras premeditadamente irracionales, que significaron una completa ruptura con los preceptos establecidos en otros estilos previos.
Deliberadamente provocadores en sus representaciones, lograron que el espectador reaccionase a cada uno de los elementos antibelicistas, anticapitalistas y antiartísticos que conformaban la filosofía dadaísta.
Desprecio y desdén
Durante la Primera Guerra Mundial, muchos pintores, escultores, dramaturgos y poetas europeos emigraron a la Suiza neutral para intentar escapar de la abominación.
Entre sus principales exponentes y fundadores figuraban el artista y poeta Jean (Hans) Arp, el también escritor Hugo Ball y el vate rumano Tristán Tzara, entre otros muchos.
Fue precisamente en ese año de 1916 cuando Hugo Ball y su compañera Emmy Hennings fundaron el famoso Cabaret Voltaire, un club nocturno ubicado en la ciudad de Zürich, y que sirvió de búnker a estos artistas internacionales.
En ese lugar se discutía acaloradamente y se desdeñaban los crímenes de guerra, a partir de la escenificación de espectáculos bulliciosos y altisonantes, que incluían “poesía sonora” y “poesía simultánea”, además de música y baile.
La idea era impulsar al público hacia un comportamiento despectivo en dos direcciones: actor-espectador. Poco tiempo después, el propio Hugo Ball publicaría Dada, un diario considerado como la primera de muchas publicaciones de corte dadaísta.
“El Dadá fue una bomba… ¿Se imaginan que alguien medio siglo después de estallar una bomba quisiera recoger todos los fragmentos, recomponerlos y exponerlos?”.
Max Ernst.
El Cabaret Voltaire cerró sus puertas un año después, en 1917. Sin embargo, los artistas se continuaron citando en otros lugares. No en vano, Ball afirmaría en ese momento: “Para nosotros, el arte no es un fin en sí mismo, sino una oportunidad para percibir verdaderamente y criticar los tiempos en que vivimos”.
Otras ciudades europeas testigos de la influencia dadaísta en el arte, además de Zürich, fueron Colonia y Berlín, en Alemania, París, en Francia, e incluso allende Europa, hasta los Estados Unidos, en la ciudad de Nueva York.
Entre los artistas más representativos del movimiento dadaísta destacaron Francis Picabia, Kurt Schwitters y Marcel Duchamp.
Un nombre aleatorio
Tristan Tzara confesó haber sido el creador del nombre de “dadá” por accidente, en el año 1916, mientras revisaba un diccionario. Sin embargo, otra teoría asegura que un abrecartas se coló sin querer en ese mismo diccionario, justo en la palabra “dadá” que, en francés significa “cantinela”, y en otros idiomas eslavos un “sí” repetido, es decir, “sí, sí”.
“Lo que generalmente denominamos ‘realidad’, para ser exactos es una nada banal”.
Hugo Ball.
Los dadaístas eran muy activos y mezclaron varios géneros y materiales artísticos. Entre las actividades dadaístas más frecuentes se contaban las reuniones y manifestaciones, con la intención de incitar reacciones de conmoción o enfado.
Publicaron una serie de revistas de arte y literatura. La poesía, la escritura automática y el collage se usaron en forma sumamente creativa, convirtiéndose en el prototipo de los famosos happenings celebrados durante la década de los años sesenta.
Los dadaístas mantenían su posición acerca de que la producción artística debía ser absurda, espontánea, irrespetuosa y azarosa, pero, además, capaz de echar por tierra las tradiciones de la estética y la belleza mientras la guerra cobraba millones de vidas.
De hecho, Hans Arp reflexionó: “Repugnados por la carnicería de la Guerra Mundial de 1914, nosotros, desde Zürich, nos consagramos a las artes. Mientras las armas rugían en la distancia, nosotros cantábamos, pintábamos, hacíamos collages y escribíamos poemas con todo nuestro poderío”.
La basura
La idea central del dadaísmo era lo absurdo, el sinsentido. Por eso, fue un arte que echó mano, no solo de la pintura y la escritura, sino que fue representado con música en los clubes y cabarets de la época.
Este grupo de artistas bombardeaba a los espectadores con actos irreverentes y antiburgueses de toda índole, con tal de proclamar sus opiniones acerca de la necesidad de abogar por un comportamiento antisocial y carente de principios.
Sirviéndose de las ideas cubistas, futuristas y del arte fotográfico precedentes, el dadaísmo fustigó el papel que el arte había desempeñado en aquella sociedad hasta el momento, y que resultó en una confrontación bélica de proporciones nunca antes imaginadas.
Hans Arp, por ejemplo, arrojaba recortes de papel aleatoriamente y los pegaba en el lugar donde caían, “según las leyes del azar”. Por su parte, Man Ray creaba collages en tres dimensiones, ensamblados a partir de objetos cotidianos.
Schwitters también produjo ensamblajes con basura que encontraba en las calles, denominados merz, abreviatura del término alemán usado para designar “comercio”, y Duchamp saltó a la fama con sus readymades, mismos que explicaré a continuación.
Readymades
Duchamp expuso en la ciudad de Nuva York lo que él mismo denominó como readymades. Estos eran una serie de objetos comunes, que escogía deliberadamente y mostraba de un modo específico, inclinados, invertidos o ensamblados.
Con ello cuestionó la función del arte, y derrumbó las ideas del materialismo. Emplazaba a los espectadores para que aceptaran como arte este tipo de objetos cotidianos.
Estos y la ubicación de sus readymades, reflejaban su sarcástico humor, ironía, y ambigüedad. Poco tiempo después, los readymades fueron elevados a la categoría de obras de arte, ya que fueron objetos elegidos por un artista.
Entre los readymades de Duchamp destacan el famoso urinario invertido sobre un plinto firmado por R. Mutt y titulado La fuente, o En avance del brazo roto, una pala quitanieves.
“Me he esforzado por contradecirme para evitar conformarme con mis propios gustos”.
Marcel Duchamp.
Orientación política
Al principio, los dadaístas y futuristas comulgaban políticamente, hasta que el militarismo y el nacionalismo de los segundos afloró y la amistad entre ambos concluyó de inmediato.
Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, el ideario político dadaísta se hizo más patente en Alemania y Francia, mucho más que en cualquier otro país de Europa y del mundo.
Por ejemplo, los dadaístas alemanes reflejaron la crudeza y la violencia del momento, protestando contra el Gobierno de Weimar y el régimen nacionalsocialista de Adolf Hitler.
Sin embargo, ya en 1922, los desencuentros entre Tzara, Picabia y otro miembro destacado del grupo, André Breton, condujeron a la disolución del dadaísmo. Aun así, terminó por sentar las bases para el advenimiento del movimiento surrealista posterior.
En conclusión, el dadaísmo fue un estilo artístico que surgió en rechazo a las tradiciones del arte y de la sociedad que condujo a la brutalidad de la guerra.