Impresionismo

(décadas de 1870 a 1890)

El impresionismo fue un término acuñado por la crítica para calificar peyorativamente a un grupo de pintores y artistas, quienes comenzaban a descollar en la París del año de 1874. En aquel momento, sus ideas eran consideradas como escandalosamente insultantes.

Los autores adscritos al denominado estilo impresionista, representaban en sus lienzos breves instantes cotidianos. Lo efímero era descrito sin demasiados detalles. No mezclaban la pintura que utilizaban, lo que generaba la sensación visual de una obra incompleta y absurda.

El impresionismo comienza a calar

Las ideas impresionistas comenzaron a ser arduamente debatidas por este grupo que, en los años de la década de 1860 eran tan solo aprendices provenientes de las dos escuelas de arte privadas de París: la Academia Suiza y el Estudio de Gleyre. Eran pintores en plena formación.

Sus largas discusiones se sucedían en el Café Guerbois, en las inmediaciones del barrio parisino de Batignolles. Algunos de los miembros de este grupo tan heterogéneo, junto con Édouard Manet eran, Camille Pisarro, Auguste Renoir, Alfred Sisley, Claude Monet, Paul Cézanne, Frederic Bazille y Berthe Morisot.

Debatían sobre el futuro del arte. Casi todos eran fieles seguidores de la obra de Manet, quien ya destacaba en los círculos artísticos. Manet fue inoculado con la enorme influencia de la Escuela de Barbizon, así como de los pintores ingleses Turner, Constable, el realismo y las nuevas teorías científicas y avances tecnológicos.

También, la invención de la fotografía ejerció una gran influencia en el arte impresionista, no solo por la técnica empleada en el tratamiento de la luz, sino por su practicidad. Las nuevas teorías sobre el color, la era industrial y los grabados japoneses, también aportaron nuevas características al arte impresionista.

Grabados japoneses

Luego de casi dos y medio siglos, en el año de 1854, Japón reanudó el comercio con Occidente. Fue así como, en Europa, creció la fascinación entre muchos artistas y diseñadores, por todo lo referente a la cultura japonesa, sobre todo en Francia.

La moda surgió en París y, asombrados por la vivacidad y fuerza de los colores aplicados, así como por las originales composiciones de las estampas ukiyo-e, muchos impresionistas comenzaron a adquirirlas, coleccionarlas e imitarlas en sus obras.

La Académie des Beaux-Arts continuó dominando las artes en aquella París modernizada por Napoleón III. Sus oficiales imponían los temas y estilos a representar en los salones y los concursos artísticos, intolerantes en cuanto a que sus principios se pusieran en tela de juicio.

Amapolas, Claude Monet. c. 1876

La rebelión de los realistas y miembros de la Escuela de Barbizon fue una clara afrenta en contra de la Academia, cosa que no pasó desapercibida. De hecho, en 1863, Manet y Courbet presentaron pinturas al Salón, mismas que, de inmediato, fueron rechazadas por los académicos.

Por consiguiente, Napoleón declaró que el público debería juzgar las obras según su propio criterio y se organizó el Salon des Refusés “Salón de los Rechazados”. A pesar de la burla de muchos, la idea de que el arte podía diferir de los estilos formales impuestos y los artistas exhibir en otras salas, aparte del Salón, comenzó a tomar forma.

 “Para un impresionista, pintar la naturaleza no es pintar el tema, sino materializar sensaciones”.

Paul Cézanne.

Sociedad anónima

Si bien el estilo de los artistas quienes acudían al Café Guerbois difería, su concepción acerca de la pintura era una filosofía compartida. Todos, sin excepción, se opusieron a los estilos y temas académicos. Estaban a favor de pintar al descampado, lejos del encierro de las escuelas de arte.

Inspirados en la obra de Manet y el Salon des Refusés, crearon su propia sociedad independiente, al margen de la Academia. En 1873, Renoir, Sisley, Pisarro y Monet, fundaron la Sociedad Anónima Cooperativa de Pintores, Escultores y Grabadores, que acogió también a Degas, Cézanne y Morisot, entre otros. El grupo organizó su primera exposición independiente, en abril de 1874.

No todos estos artistas expusieron en todas las muestras, pero sí lograron convocar ocho exposiciones, entre 1874 y 1886. Ello permitió que, poco a poco fuese cesando la hostilidad hacia ellos y su obra acabase por ser aceptada.

Teorías del color

En su intención de modernizar el arte, los artistas impresionistas comenzaron por refutar las convenciones y a pintar con colores vivos, sin mezclar. Las pinceladas eran visibles y ya no casi imperceptibles, realizadas al aire libre y dirigido por los cambios de luz y sus efectos efímeros.

Además de paisajes, bodegones y retratos, también pintaron escenas de la vida moderna, en las cuales resumieron los efectos visuales como un todo, en lugar de precisar los detalles.

Estudiaron la teatralidad del ambiente y de la luz en las personas y objetos. A través de una gran variedad de paletas cromáticas, intentaron reproducir dichos efectos sobre el lienzo. Muchos de sus tonos más oscuros surgían de mezclas de colores puros, apenas diluidos.

Las ideas respondían, en gran medida a las teorías científicas recientes del color. Por ejemplo, las sombras de colores, en lugar de grises, producían las llamadas “vibraciones del color” o un efecto refulgente. Nada se pintaba con un solo color plano.

Se prefería la yuxtaposición de colores complementarios, es decir, opuestos en la rueda de color, para aportarles mayor luminosidad. Pero, además del color central de un objeto en particular, pintaban también el color reflejado por los objetos circundantes

Todos los impresionistas se aferraron a sus ideas innovadoras, sin importarles la hostilidad y la mofa que debieron soportar. Ya para la década de 1880, eran considerados como el principal grupo de artistas vanguardistas de Europa.

En conclusión, el movimiento impresionista se concentró en plasmar lo efímero mediante la luz y los colores puros.