(c. 1520-1600)
Las grandes capitales italianas de la cultura y el arte, Roma y Florencia, vieron nacer en 1520 a un período conocido con el nombre de manierismo, precisamente en un momento cuando la Reforma protestante hizo su aparición, dividiendo la concepción cristiana en toda la Europa Central.
Una época, además, azotada por la peste y el saqueo de Roma, acaecido en el año de 1527, eventos que arrebataron cientos de miles de vidas inocentes, y provocaron una enorme inestabilidad social, económica y política.
Como reacción a tal desequilibrio, surge la voz de varios artistas quienes optaron por dejar de lado las formas y técnicas renacentistas, para dar lugar a una vasta producción con gran contenido emocional.
Pero, además de estar opuesto a la agitación social y política que se registraba en Europa, el manierismo fue el resultado directo de la valoración tan elevada que los artistas comenzaban a recibir desde el ocaso del Renacimiento.
El período manierista abarcó desde el fallecimiento de Rafael, apenas dos décadas de iniciado el siglo XIV, hasta los inicios del Barroco, por allá por el 1600. En este momento histórico, los artistas habían dejado de ser considerados como meros artesanos anónimos al servicio de la Iglesia y el clero.
Ya no, ahora su creatividad y habilidad era recompensada, y hacía que se les equiparara a eruditos. De este modo, comenzarían rápidamente a debatir de tú a tú con poetas y humanistas, en un entorno de sofisticación, elegancia y estilo.
La razón de ser del arte ya no estaría supeditada al bien de la religión, sino que este era considerado y valorado por sus propios méritos.
Imitación de estilos
Maniera, que significa “estilo”, en español, es el término italiano que dio origen al manierismo, en el siglo XVII. Al principio fue subestimado y tuvo una connotación peyorativa.
Lo cierto es que, dicho estilo surgió como resultado directo del rechazo de la búsqueda renacentista tardía de imitar la naturaleza con el mayor realismo y perfección posibles.
Cada artista admiraba a otro, de modo que se dedicaron, en muchas ocasiones, a imitar los estilos de sus predilectos, pero de una manera bastante exacerbada. Esta concepción emergió, sobre todo, en la obra del último Miguel Ángel, que se tornó especialmente expresiva, dramática y conmovedora.
Otro de los grandes creadores que inspiró a sus contemporáneos fue Andrea del Sarto, muy reconocido y loado en el Renacimiento pleno por ser un verdadero maestro de la coloración de las figuras, colocadas en variadas y complejas posturas.
El tercero y no menos influyente de los artistas manieristas fue Correggio. Otro artista del Renacimiento pleno italiano, quien logró sorprendentes efectos de luz sobre sus figuras religiosas, de asombroso histrionismo y expresividad, aunado a la emotividad y amabilidad de los gestos de los personajes representados.
Sus habilidades para retratar las figuras en contrapicado sirvieron de inspiración e impulsaron a los manieristas para pintar sus figuras en posturas inéditas, desde ángulos espectaculares, creando un efecto eminentemente teatral en las esculturas y pinturas.
Descendimiento de la Cruz
El Descendimiento de la Cruz es un fresco manierista clásico ejemplar, ya que muestra la diferencia entre la pesadez en las formas propuestas por Miguel Ángel y la interpretación manierista.
Las figuras aparecen más livianas, menos sustanciales, y generan la impresión de estar sostenidas por largas y esbeltas extremidades, con pequeñas cabezas, sobre todo, si se las compara con sus vaporosas vestimentas.
Parecen moverse ataviadas con ropajes de tonos pastel dentro de un espacio irreal y limitado, atrapadas en el encuadre, cosa que las aleja aún más de la paleta renacentista, mucho más realista.
El aspecto fantástico del manierismo estimuló la imaginación de sus contemporáneos. Se buscaba crear un ambiente donde reinase la espiritualidad; no se trata de figuras terrenales, pareciera tratarse de seres de otro lugar.
Alargamiento y exageración
Uno de los temas favoritos de los manieristas y, por ende, su primera trasgresión fueron los desnudos. Los artistas calcaban cuerpos desnudos y otras figuras admiradas y provenientes de sus predecesores los renacentistas.
Sin embargo, en estas representaciones destacaba la exageración de las formas y la dramatización de varios aspectos de ellas. Los elementos se alargaban y estilizaban al límite. De entre los más comunes figuraban los hombros estrechos, las caderas anchas y las manos y pies largos y afilados.
Los pintores preferían tonos pasteles, intensos y poco naturales, desplegados con gran creatividad e imaginación en cada una de sus obras, en lugar de los colores realistas.
Los temas preferidos combinaban rasgos de la mitología, del clasicismo y de las creencias cristianas. Estos eran representados con una inestabilidad y tensión premeditadas, contraria a la técnica de los artistas del Alto Renacimiento.
La idea predominante era crear un arte que generara un mayor interés, exuberancia, y que demostrara la capacidad de los artistas para manipular con precisión las proporciones clásicas y los estilos a imitar.
Retratos manieristas
Al momento de producir sus retratos, los manieristas no se limitaban a pintar o esculpir la imagen del modelo que tenían delante. En este estilo, por primera vez, se intenta plasmar la personalidad para representar algún rasgo significativo del carácter de la persona.
“La inspiración exige la cooperación activa del intelecto y el entusiasmo; solo bajo tales condiciones pueden engendrarse concepciones maravillosas, excelentes y divinas”.
Giorgio Vasari.
Principales exponentes
Jacopo da Pontormo y Rosso da Fiorentino, alumnos de Andrea del Sarto, fueron dos de los más destacados y reconocidos exponentes del manierismo. También, el discípulo de Pontormo, Agnolo Bronzino, había sido nombrado pintor de la corte de Cosme I de Medici, en 1540. Este último sería considerado como el artista más prolífico de Florencia, quien le dio su popularidad al estilo.
Por otra parte, Bartolomeo Ammanati y el flamenco Giambo-logna, fueron destacados viajantes y escultores quienes recorrieron todo el continente europeo, mostrando sus alargadas figuras, colocadas en posturas entrelazadas y fluidas.
Mientras tanto, Parmigianino, Bartholomeus Spranger y Hans von Aachen, se cuentan entre otros escultores influyentes, quienes se ganarían el respeto y la admiración de sus colegas por sus figuras gráciles y juveniles, idealizadas en poses y situaciones artificiosas.
Difusión del estilo
El saqueo de Roma en 1527 provocó un gran éxodo de artistas. De este modo, los manieristas buscaron incesantemente intercambiar ideas en sus periplos por Europa para encontrar nuevos modos de expresión.
Francisco I empleó a varios artistas italianos en Fontainebleau, convirtiendo así al manierismo en el estilo predominante en Francia, mismo que se difundiría hacia Roma y Florencia a lo largo de todo el siglo XVI.
En conclusión, el estilo manierista estuvo basado en la exageración, la invención, la estilización y el refinamiento de las formas.