(décadas de 1830 a 1850)
El siglo XIX significó un auge en el número de artistas y creadores quienes se opusieron con fiereza a los convencionalismos en el arte. Por ende, en las obras, las realidades sociales se impusieron por sobre los sentimientos y la imaginación.
Rechazaron los planteamientos neoclásicos y románticos conservadores, propios del arte académico, para, en su lugar, centrarse en reflejar con precisión y objetividad el mundo cotidiano.
Estos artistas estaban revestidos de un gran espíritu revolucionario. Creían fervientemente en los nuevos avances tecnológicos y los nuevos descubrimientos, así como en los derechos individuales del hombre, un concepto que cobró especial preponderancia en Francia, tras la revolución de 1848.
Se atacaba, en el buen sentido, a la pintura académica por sus temáticas, consideradas como no representativas de la vida real de la mayoría de las personas. El realismo evolucionó y fue el centro de las obras, y los artistas se esforzaron por retratar de esta manera la naturaleza.
Al pintar temas y personas comunes, rompieron con todo lo establecido, incluso en favor de los Derechos Humanos.
La Escuela de Barbizon
El realismo aparece plasmado por vez primera en la obra de los artistas ingleses Constable, Turner, así como los pertenecientes a la Hermandad Prerrafaelista. Pintaban de manera objetiva y directa del natural, lo cual inspiró a muchos artistas franceses, sobre todo a los miembros de la conocida Escuela de Barbizon.
A partir de 1830, estos pintores concentraron su lugar de trabajo en las inmediaciones del bosque de Fontainebleau, cercano a la población de Barbizon, aledaña a París.
Pese a que sus obras no contaron con el apoyo popular hasta la década de 1860, al culminar los lienzos al aire libre, en lugar de en el estudio, establecieron el paisaje como otro tema central válido, algo nunca visto hasta ese momento en la Historia del Arte.
Los principales exponentes de Barbizon fueron: Narcisse Diaz de la Peña, Jean Jacques Rousseau, Camille Corot, Charles-François Daubigny, Théodore y Constant Troyon.
Alzamiento popular
Tras el fin de la guerra francoprusiana de 1870-1871, los revolucionarios intentaron alcanzar el poder e instaurar una cierta igualdad social. Denominaron “Comuna” a su organización, pero no tardaron en ser derrocados por el Gobierno francés de turno.
Courbet, uno de los muchos acólitos, sirvió de ejemplo de la reafirmación de la autoridad gubernamental, al ser martirizado tras la restauración del orden oficial.
Los temas eran abordados por los pintores realistas, siguiendo los planteamientos de la Escuela de Barbizon, influidos, además, por las nuevas teorías científicas, a diferencia de sus predecesores, los pintores académicos.
Los objetos eran representados tal y como se presentaban a la vista. Los pintores se concentraban en retratar la verdad, y no en la utilización de técnicas demasiado refinadas, tales como como pinceladas imperceptibles y matices sutiles de tonalidades.
Como pensadores democráticos que eran, sus temas abarcaban los de tipo campestre, hasta grupos de personas o escenas de género, esto es, de la vida cotidiana.
Dichas imágenes de campesinos, obreros y gente humilde perteneciente a las clases más desfavorecidas, desconcertó a los tradicionalistas, quienes vieron por primera vez y de primera mano la cruda realidad de la vida moderna, representada con total verosimilitud. Este hecho devino en que muchos de los espectadores se sintieran ofendidos frente al cuadro.
Así, la belleza y sus ideales fueron sustituidos por realidades adversas, difíciles de afrontar, lo cual despojó al arte de su función catártica. Era la primera vez que los temas mundanos se retrataban con tanta acritud y sin ambages. Para las academias, esto supuso una afrenta, ya que las consideraban obras feas y deliberadamente provocadoras.
“Nunca he visto un ángel. Muéstreme uno y lo pintaré”.
Gustave Courbet.
La fotografía
En 1839 se inventó la fotografía, hecho que derivó en intensos debates acerca de la naturaleza y el objetivo de la pintura, en lugar de hacerse de la nueva tecnología que la pintura consideraba superflua, tal como muchos habían predicho.
Muy por el contrario, el fenómeno fotográfico desencadenó ideales nuevos entre muchos artistas. El realismo fue uno de los estilos que emergieron de estos nuevos planteamientos.
Los creadores constataron con mayor claridad aún, que los temas ordinarios también cumplían con una finalidad. Así fue como se percataron de que la fotografía les sería muy útil como accesorio añadido a su oficio de pintar. Los realistas se rebelaron contra las reglas académicas y la artificialidad, al tiempo que configuraron un planteamiento moderno de un arte, reflejo de la sociedad como un todo, y no solo de una élite.
El Angelus
En el Angelus, obra de Millet, un hombre, acompañado de una mujer recitan el Angelus, oración conmemorativa de la anunciación que el ángel Gabriel hizo a la Virgen María.
Tras el sonar de las campanas, han abandonado su cosecha de patatas para orar. Todas sus herramientas de labranza, el tridente, la cesta, los sacos y la carretilla, descansan junto a ellos.
Esta pintura se inspiró en un vívido recuerdo de la infancia de Millet, miembro de la Escuela de Barbizon. El artista pretendió reflejar el modo de vida de los campesinos.
Los realistas no tenían un estilo concreto: su arte consistía en tan solo pintar temas de la realidad sin artificio, de ahí que la técnica y el estilo de Millet difieran tanto de los aplicados por Courbet.
“La pintura es un arte esencialmente concreto, no puede consistir más que en la representación de las cosas reales y existentes… Un objeto abstracto, invisible, inexistente no pertenece al ámbito de la pintura”.
Gustave Courbet.
Le Réalisme
Gustave Courbet no pasó la prueba que lo acreditaba para exponer en la Exposición Universal de 1855, un gran acontecimiento en París destinado a celebrar el nuevo reinado del emperador Napoleón III.
No obstante, Courbet costeó de su propio bolsillo la construcción de un edificio junto al oficial, al cual bautizó como el “Pabellón del Realismo”, lugar donde exhibió sus cuadros.
Muchas de estas obras eran lienzos gigantescos, que desafiaron las convenciones del arte académico, retratando temas históricos, bíblicos, mitológicos o alegóricos exclusivamente.
Su obra era desenfadada y directa. Rechazaba deliberadamente los conceptos oficiales. Incluso, aplicaba pintura de impasto con una espátula, lo cual se consideraba vulgar.
A cuatro manos con el crítico de arte y novelista Champfleury, ambos redactaron el manifiesto Le Réalisme, que Courbet se encargó de difundir entre los visitantes a su exposición. Otros grandes realistas fueron Honoré Daumier, Millet, Jules Breton, Édouard Manet y los estadounidenses Thomas Eakins y Winslow Homer, entre otros.
A fin de cuentas, el realismo aportó un cúmulo de ideas novedosas y se impuso a la tradición. No fue un movimiento coherente al cual los artistas se adscribían, sino, más bien, uno que serviría como punto de partida para muchos artistas, quienes lograron renovar sus ideas.
En conclusión, el realismo pictórico se basa en las descripciones objetivas del mundo cotidiano, tal y como es presentado a los ojos.