Simbolismo y esteticismo

(segunda mitad del siglo XIX)

A la par de la evolución de los estilos realistas e impresionistas, apartados del convencionalismo académico, surgieron otros movimientos y artistas quienes también se escindieron de las ideas conservadoras.

Dos de los más importantes fueron el movimiento simbolista y esteticista. El primero, de origen francés y el segundo, británico, tenían como eje central la representación de las verdades ocultas, oníricas, veladas y misteriosas.

En Gran Bretaña, la idea principal del esteticismo se centró en la belleza, predominando la forma por sobre el contenido. Ambos movimientos se asemejaban en su concepción primigenia del mundo y surgieron en oposición al realismo.

Por su parte, los simbolistas realzaban lo intangible, totalmente alejados de las verdades empíricas tomadas en consideración por los exponentes clásicos del arte y la literatura. Denostaban la función pedagógica y moralizante del arte, inspirados por la concepción de “El Arte por el Arte”, propuesta por el escritor y crítico francés Théophile Gautier.

El arte por el arte

Gautier impulsó a numerosos creadores, escritores y artistas a usar su intuición e imaginación para producir una obra de arte, hecho que desembocó en la idea del arte por el arte.

Por primera vez, el objeto de estudio no se centraba en el ámbito de lo espiritual, de lo moral o la política. Tampoco en lo meramente decorativo, es decir, creaban porque sí, y nada más.

Y es, precisamente, este mismo planteamiento el que llevó a los simbolistas y esteticistas a evitar la representación de hechos sociales, temáticas moralistas o de orden político, y los incitó, más bien, a concentrarse puramente en la belleza. De este modo, en sus obras subyace la idea de que el arte debía existir dividido y aparte del mundo cotidiano, y no ser considerado, en ninguna forma, como una extensión de este.

La visión tras el sermón

El cuadro titulado La visión tras el sermón (La lucha de Jacob con el ángel), de Paul Gauguin, está considerado como la primera pintura simbolista verdadera. Se trata de una representación muy expresiva de la conciencia humana y los conflictos internos.

En la escena, se observa a unas mujeres bretonas escuchando de un cura la narración bíblica que explica cómo Jacob pasó una noche luchando contra un ángel.  Al alba, el ángel se rindió y bendijo a Jacob.

Sobre un fondo rojo, aparecen los mundos real e imaginario (secular y espiritual) de las figuras y la visión quedan escindidos por un tronco de árbol en diagonal. La vaca representa la simplicidad de la vida rural en la Bretaña y a los campesinos devotos que viven en comunión con la tierra.

El objetivo de Gauguin era recordar la espiritualidad a la sociedad consumista.

La visión tras el sermón (La lucha de Jacob con el ángel), Paul Gauguin, 1888, óleo sobre lienzo.

Esteticismo

Todos los exponentes pertenecientes al esteticismo, en sintonía con las teorías de Gautier, también propulsaban las ideas románticas, contrarias a representar temas sociales o morales, y realzaban el valor artístico de su obra.

También, reaccionaron menospreciando los productos mecánicos derivados de la Revolución industrial, la teatralidad de las imágenes victorianas y los códigos morales rígidos y estrechos de esta sociedad tan elitesca.

Sin embargo, recibieron con beneplácito a las nuevas modas, mostrando un profundo interés por las apariencias, convencidos de que la belleza era lo más importante de la vida. Este planteamiento derivó en una revisión nueva de las relaciones entre los artistas y la sociedad.

No tengas nada en casa que no sea útil o te parezca bello”.

William Morris.

El famoso escritor, poeta, dramaturgo y novelista irlandés, Oscar Wilde, se convirtió rápidamente en el principal vocero del movimiento esteticista, fascinado como estaba por los planteamientos expresados, mientras cursaba estudios en la Universidad de Oxford.

Mantuvo ese mismo interés durante toda su vida, siempre ávido de rodearse de cosas bellas. Debido a su ingenio, aparentemente cagado de una cierta frivolidad, Wilde fue subestimado por muchos de sus contemporáneos.

Decían que era un cabeza hueca, pero, en realidad, fue un genio que cultivó deliberadamente todos y cada uno de los preceptos y creencias emanadas del arte esteticista. Tan es así que, el fin del movimiento se ubica en el tiempo, poco después del juicio de Wilde, en 1895.

Entre los principales artistas visuales que practicaron el esteticismo destacan Albert Moore, James Abbott McNeill Whistler, William Morris, Frederic Leighton y Burne-Jones, todos ellos abocados a crear entornos bellos, con un programa social completo, que cambiaría diametralmente el modo de vida de las personas.

La Hermandad Prerrafaelista fue también precursora del esteticismo. Sus exponentes se vieron influenciados tremendamente por las pinturas que representaban idílicamente la vida medieval.

Manifiesto simbolista

El poeta francés, Jean Moreas, publicó por primera vez el texto del Manifiesto Simbolista, en el año de 1886.  En él se encontraban reunidos todos los postulados del movimiento, los cuales se resumían en el rechazo de los principios del naturalismo y el realismo.

Para ello, Moreas citaba tres poetas como principales exponentes del movimiento. En primer lugar, Charles Baudelaire, quien consideraba que las ideas y las emociones no solo se transmitían a través de las palabras, sino también de sus sonidos y ritmo. Los otros dos grandes, junto a Baudelaire serían Stéphane Mallarmé y Paul Valéry. Por su parte, el pintor Paul Gauguin (1848-1903) experimentó con su propia concepción del simbolismo durante la década de 1880 plasmando esas ideas a través del color, los patrones y el ritmo, convencidos de que el arte europeo carecía de originalidad.

Revistas simbolistas

En Europa surgieron varias publicaciones a medida que el movimiento simbolista cobraba fuerza. La mayoría de ellas estaba escrita con gran fervor y convicción para expresar la antipatía simbolista hacia el academicismo, el naturalismo y el realismo, e inspirar a otros artistas a seguir los cánones simbolistas.

Contradicción

A pesar de a la oposición a la tradición realista y académica, resulta interesante que algunos exponentes calificados de realistas produjeran pinturas que más podrían tildarse de simbolistas. Por ejemplo, Millet incluía símbolos en sus temas del campo y el arado.

También, Courbet parece evocar significados en algunas telas de personas corrientes. Convencidos de que el arte debería ser subjetivo y misterioso, y de que el tema debía nacer de las emociones. Cada simbolista creó sus propios símbolos, casi siempre eran ambiguos y personales, que no trataban temas religiosos.

Pronto, el simbolismo se consagró y extendió desde Francia hasta Rusia, pasando por Italia, Gran Bretaña, Noruega, Suecia, Dinamarca y España, países en los cuales fue adoptado por una gran diversidad de artistas, con distintas concepciones del mundo y habilidades.

Sin embargo, todos ellos coincidieron en una sola idea: oponerse a las tendencias artísticas contemporáneas y a retratar mensajes.

En conclusión, el esteticismo y el simbolismo develaron mensajes secretos y belleza en el arte.